Tras el trompo inicial, el grupo ha recuperado la alegría al ver que el duelo contra Brasil sólo llegaría en la final.
La Roja ha recuperado la ´pole´ en la parrilla de salida del Mundial de Sudáfrica. Gritos de guerra en el vestuario, botellas de agua por el aire en señal de alegría, cánticos en el viaje de regreso a Potchefstroom a pesar del cansancio, la música a tope, no sólo se ganó un partido, se habían quitado un peso de encima, de ahí lo importante que fue la dosis extra de autoestima… Y el recibimiento de Potchefstroom fue espectacular, con todo el personal del hotel esperando para ofrecerles una de sus danzas africanas de madrugada.
Aún no se ha ganado nada, pero sí se dio un paso importantísimo porque existía el temor real de la eliminación. ¡Cómo cambia el fútbol! Con la victoria escrita ante Chile, la Roja levanta un poco su cabeza y es inevitable empezar a soñar. A la temida Brasil ya no le ven las caras hasta una hipotética final, ahora hay que medir fuerzas con Portugal en un enfrentamiento no exento de dificultades, pero si se cogen los prismáticos para ver lo que les espera a media distancia, se dan cuentan que pueden tener un cruce en los cuartos de final apacible ante Paraguay o Japón. Hacía falta una victoria así para levantar el ánimo de la tropa, para recuperarle el pulso a un Mundial que parecía destinado a ganarse de calle y cuya llama apunto se apaga el primer día con un manotazo. En Pretoria no se practicó un fútbol preciosista que intentara acercarse a la perfección, pero tampoco era lo más importante. Si la cabeza funciona con lucidez, las piernas se sobreponen al cansancio, pero sujetando la humildad como bandera, el equipo que entrena Vicente del Bosque ha escalado posiciones en las casas de apuestas después de su trompo inicial. La Roja vuelve a mandar.
No era un partido más para los internacionales, desde que llegaron a Pretoria se percibían las ganas tremendas que había por derrotar a Chile y agarrar así la primera posición del grupo. Hay trenes en la vida que sólo pasan una vez, pero el juego preciosista que realizó la Roja antes de llegar a Sudáfrica se merecía una segunda oportunidad tras el fiasco de Suiza y las malas sensaciones ofrecidas ante Honduras. Y se nota. Tenían una oportunidad de oro para dejar para el plato principal del Mundial —el partido contra Brasil— para la final y eso se nota. A veces la persona es incapaz de explicar ciertos comportamientos que tiene, porque el Mundial no empezó el viernes, pero las dos primeras comparecencias tuvieron más sombras que luces y el sol recupera su brillo con fuerza.
Han sido necesarios tres partidos para recuperar una ilusión que los internacionales no iban a enterrar a las primeras de cambio y han llegado a tiempo. A partir de ahora el Mundial es distinto, ha cambiado de cara, como la de los chicos que dirige Del Bosque, cuya alegría no se podía ocultar antes de subirse al autobús de vuelta a casa. «A partir de octavos la situación va a ser distinta» decían, y ya se nota. Se ha sufrido más de lo esperado pero ya vuelven a disfrutar y si se supera a Portugal nadie va a a ser capaz de frenar a una selección que va a más cada día. La Roja vuelve a la pole.
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