18/11/2010 - Víctor Méndez (Pontevedra)
Las bofetadas que reciben las víctimas de la violencia de género no llegan sólo de manos de su maltratador. Éste es el caso de una joven pontevedresa de tan sólo 26 años, con un hijo de tres. Tuvo que sufrir varias palizas y una violación para tomar la difícil decisión de denunciar al padre de su pequeño, Iván García Ferrón.
Tres años después, los padres de su agresor (actualmente en el centro penitenciario de A Lama) pretenden la custodia de su nieto. «Nunca le han comprado ni un chupete. Mi hijo les tiene pánico », explica la afectada. Según ella, la jueza que dio la razón a los padres del maltratador no tuvo en cuenta ninguno de los antecedentes que ocurrieron con la familia. «Su madre me amenazó. Me dijo (cuando denunció a su ex pareja, que acabó en la cárcel) que como yo le había quitado a su hijo, ella me sacaría al mío».
Una maniobra de un bufete de abogados de prestigio obró el ‘milagro’: el miércoles deberán comenzar las visitas, en un principio con la presencia de la madre, después sin ella. «Me maltratan, me violan y soy yo la que me tengo que ir por patas con mi hijo», explica la joven.
Palizas estando embarazada
Un encuentro con su abogado en la mañana de hoy marcará sus líneas de actuación, aunque tiene claras sus intenciones: dejar familia y amigos e irse con su hijo lo más lejos posible. El paso más difícil fue la denucia. «Todo empezó cuando me quedé embarazada. Estaba ciega. Empezaron las palizas, creo que por celos hacia el niño, aunque aún no lo teníamos. Embarazada de ocho meses me dio tantos golpes que casi me saca al niño. Acabé en el hospital», recuerda.
«Tardé demasiado en abrir los ojos, y eso me perjudicó». violación y clemencia. El agresor está en la cárcel por malos tratos (violencia de género) pero no por violación, según explicó la víctima. Las marcas físicas, los partes médicos que presentó y la historia que contó ante el Tribunal no fueron suficientes.
Por si esto fuese poco, la suerte volvió a estar del lado del maltratador, pues la denunciante mostró clemencia y aceptó un acuerdo de conformidad que sirvió para reducir la condena: de los ocho años que pedía el fiscal a los tres que finalmente se fijaron. «Cometí otro error. Estuve mal asesorada desde el principio ».
"Me violó en plena calle"
La joven, vecina de Lérez, relata de forma estremecedora uno de los últimos episodios con Iván García Ferrón como protagonista. «Me cogió en la zona vieja y me golpeó la cabeza contra una máquina de preservativos que hay en la calle. Me arrastró a hostias hasta un callejón, y allí me violó. Me dejó varias marcas», recuerda.
La joven ya estaba rehaciendo su vida al lado de otra persona, y en ese momento se encontró con este nuevo golpe que ya nunca cicatrizará. Las secuelas psicológicas son las más duras en estos casos, pero las físicas son muy visibles años después. «Me tuvieron que reconstruir el abdomen, por las palizas que había recibido», asegura. Una cicatriz de unos quince centímetros recorre su estómago de lado a lado, como señal imperecedera de un hostigamiento brutal. el niño no se libró.
La denunciante logró desembarazarse de su pareja (aunque incumplió reiteradamente las órdenes de alejamiento desde que fueron dictadas, tras las primeras denuncias) desde el momento de dar a luz a su hijo, que ahora cuenta con tres años. Sin embargo, el agresor se coló en más de una ocasión en el domicilio de la joven (una vivienda de alquiler muy humilde en la citada parroquia de Lérez, a la que se puede acceder con un pequeño salto desde un galpón).
«Le dio una patada al moisés del niño y le cogió por el cuello cuando apenas tenía tres meses. Aún tiene las marcas», dice. El juicio contra el agresor tardó en llegar. De hecho, una segunda denuncia (de la siguiente novia de Iván García) sirvió para que agilizasen el proceso, según indicó la víctima. «Yo ya le había dejado y denunciado, pero el juicio no salía. Tuvo que pegar a otra, con la que estaba después, que sí le denunció cuando se debe hacer. He de reconocer que ella tuvo más arrestos que yo para eso, aunque llevaba menos tiempo con él y no es el padre de su hijo».
La joven vuelve a caer en la tentación de defender a su agresor cuando habla de los condicionantes de la familia. «Él está enfermo, pero ellos saben lo que hacen. Me han amenazado y lo están cumpliendo». El ahora encarcelado padece adicción a todo tipo de drogas, según señaló la que fue su pareja durante años y que es la madre de su hijo. «Eso le afectó en su manera de actuar conmigo», dice.
¿Futuro?
De ahora en adelante, el futuro es una incógnita para esta pontevedresa y para su pequeño. Por una parte, se ve en la obligación de comparecer el miércoles en el punto acordado para el primer encuentro en el que está citada para llevar a su hijo a sus abuelos paternos. «De lo contrario, ya me han dicho que me multarán, y que si se repite pueden llegar a sacarme la custodia».
Los letrados de la familia llevan por ahora la delantera, pero la denunciante tiene las ideas claras. «Aún no ha salido la apelación y ya se ejecuta la sentencia. Lo de la Justicia es increíble en Pontevedra. Incluso me dicen que tengo que pagar una multa por no acudir a una cita que ni siquiera me fue notificada. Soy consciente de que me tendré que ir con mi niño muy lejos de aquí», concluye.
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