Un interesante estudio llevado a cabo por científicos de la Rutgers University de Newark, en Nueva Jersey, fue capaz de detectar el flujo sanguíneo en el cerebro de una mujer que alcanza un orgasmo y la influencia de esta sensación en la disminución de la percepción del dolor.
Kayt Sukel, reportera del New Scientist y autora de la nota, aceptó ser la persona a analizar para conseguir estos resultados. La periodista ingresó a un escáner de resonancia magnética cubierta con una sábana y con la cabeza amarrada a la camilla con la finalidad de que pueda estimular su clítoris mientras los investigadores siguen de cerca su actividad cerebral.
Los científicos Barry Komisaruk y sus colegas guiaron a Sukel y le dieron instrucciones específicas. “Komisaruk me dijo que tocara mi clítoris con mi dedo índice durante tres minutos, luego que imagine a mi dedo índice haciendo la misma labor por los siguientes tres minutos”.
Entre otras indicaciones, los científicos le pidieron que incluyera ejercicios Kegel (contracciones de músculos en la parte inferior de la pelvis) y que alce la mano libre como señal de que alcanzó un orgasmo.
Durante todo el proceso de estimulación, aproximadamente 30 áreas del cerebro se activaron, incluidas las que están relacionadas con el tacto, la memoria, la sensación de recompensa e incluso del dolor.
Placer sexual en el cerebro
El objetivo del estudio era determinar la relación entre el clímax femenino y la activación de una parte del cerebro llamada corteza prefrontal (PFC). Según observaciones previas, Komisaruk encontró una relación entre la actividad de esta zona y el orgasmo de las mujeres, incluso los que son alcanzados a través de la imaginación.
La estimulación física activó más partes del cerebro de Sukel que la imaginación o la que se consiguió a través de los ejercicio Kegel, pero en estos últimos casos se consiguió mayor actividad en la PFC. Esto abriría las puertas a hipótesis que apunten a que dicha zona permita una respuesta fisiológica sobre la imaginación.
Los científicos también estiman que el orgasmo es un potente analgésico y que los estudios de activación cerebral de las áreas relacionadas al clímax podrían dar luces sobre nuevas formas de manejar el dolor.