Todos tenemos al menos una fantasía sexual. Hablo de esas escenas que pasan por nuestra mente con cierta frecuencia, que van desde lo sublime hasta lo carnal, donde osamos experimentar aventuras que de otra manera nos parecerían inalcanzables.
Algunas de estas fantasías incluyen a nuestra pareja, otras las mantienen alejadas del perímetro; unas incluyen solo a dos personas, otras requieren de más gente; varían en lugares, posiciones y componentes. Usualmente, las fantasías de las mujeres tienen trama con algo de romance. Por lo general, las de los hombres no tienen mayor diálogo que el necesario para completar un acto sexual. Pocos se atreven a hablar sobre ellas, pero todos disfrutan al pensar en ellas en lo más secreto. Las fantasías sexuales son variadas y dependen de cuán abiertas son las personas a la sexualidad y la exposición que han tenido a la misma.
Por lo general, sólo se quedan en el pensamiento. La mayor parte de las personas viven con la ilusión de lo que pasaría si la lograran, pero nunca la realizan. Las razones para reservárselas son muchas, debido a razones sociales, religiosos y culturales. Sin embargo, hay otros que se aventuran para no quedarse con la duda. Curiosamente, no siempre los resultados son los esperados.
Hay un dicho popular que dice no es lo mismo llamar al diablo que verlo venir, y así les ha pasado a varias personas. Hombres cuya fantasía era tener un encuentro sexual con una mujer mucho más joven que ellos y sin darse cuenta terminan antes de haber empezado. Un tan deseado trío que culmina en una falta de erección por la presión de tener que satisfacer a dos personas a la vez. Un encuentro casual con algún desconocido que no tuvo otro resultado que una culpabilidad que no les permite ni siquiera ser infiel. Un retozón en un lugar público cuyo desenlace es una multa o la cárcel. Peor aún, hay quienes han pasado la noche en una sala de emergencia.
Existen otros casos en los cuales la fantasía sexual era más divertida en la mente que en la vida real. Una vez completada, la satisfacción no fue nada significativa y más bien resultó decepcionante. Muchas de estas fantasías pertenecen a un solo sitio, a la imaginación. Y solo ahí cobran vida y brindan satisfacción.
Interesantemente, no es un requisito desprenderse de las fantasías sexuales. Si logramos incorporar algunos detalles dentro de las expectativas reales, podríamos transformar una relación sexual ordinaria a una extraordinaria.
La autora es psicóloga.