Relatos eróticos :"Rolletes de verano"

Colección de relatos,donde la temática es ese "rollo de verano",frescos,románticos,sensuales,atractivos........

Cuéntanos el tuyo......u opina sobre los aquí expuestos!!!

"Esa noche me entregué totalmente,
sólo estaba ebria de deseo y de amor"
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Hace más de 18 años, entonces aún estudiaba en la universidad, era un poquito mala, pero jamás había pasado la frontera de caricias con los chicos con los que tonteaba, era romántica y deseaba reservarme para 'el amor de mi vida'. Una noche de mayo, con mis amigas más juerguistas, estábamos esperando al novio inglés de una, y como fui la primera en llegar empecé a hablar en inglés con un chico cuya descripción coincidía con la de mi amiga: alto, varonil, cabello castaño, increíbles ojos verdes, voz profunda y, sobre todo, un perfume que me extasiaba, o quizás era que estaba muy cerca de él y olía sus feromonas que me empezaban a acelerar el pulso. Rabié de envidia a mi amiga Sonia por tener un novio tan deseable.

Quizás era que olía sus feromonas que me empezaban a acelerar el pulso
Llegó mi amiga y, sorpresa, con Anthony. Entonces, ¿quién era el desconocido? Aclarado el malentendido, Yamán -era su nombre y no era inglés sino turco- en vez de ir con sus amigos compró una rosa a un vendedor ambulante y me la regaló, no se separó de mí, aunque fue casto y sólo me besó en la mejilla pero tan cerca de los labios que creí que el corazón me iba a salir del pecho. Quedamos varias veces con la pandilla, y aunque debía regresar pues su beca se acababa, sabía que aquel era el chico con el que deseaba conocer el sexo completo, el goce total.

Una noche tórrida me había arreglado mucho, con picardía, y él apareció con una camisa blanca corsaria y tras cenar, bailar y reír nos sentamos agotados y entonces me cogió de la mano y me susurró: ¿Crees en el amor? Porque creo que me estoy enamorando de ti. Desfallecí en sus brazos. Esa noche me entregué totalmente en su casa. No paramos de acariciarnos y cuando llegó el momento ni siquiera fui consciente del dolor y el sangrado, sólo estaba ebria de deseo y amor? Hicimos el amor todo la noche; acabé exhausta y él también. Luego la vida nos separó, nos hemos escrito y nos hemos visto hace relativamente poco. No nos vimos durante 15 años, hasta hace tres. Siento que me sigue amando y pese a los años y kilómetros, siento que aún un pedazo de mi corazón sigue siendo suyo.


Inés,Navarra.

"Ambos sentíamos las ganas de poseernos como nunca antes lo habíamos hecho"

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Era una ex novia que hace más de 9 años que nos habíamos separado y de la manera menos aceptada y difícil de las parejas, en contra de nuestra propia voluntad, y todo porque su madre no quería que estuviéramos juntos porque yo era 5 años menor que ella, yo terminando el instituto y ella trabajando de becaria. Y como todos sabéis que lo prohibido es más excitante, nos inventábamos las maneras más inimaginables para vernos y escaparnos sin que se enterara su madre, así lo hicimos durante 2 años.

Sólo nos despedimos, incluso ni la acompañé a tomar su taxi ni tampoco me lo exigió
Éramos vecinos pero su madre optó por mudarse a un lugar más lejano y así, poco a poco, nos dejamos de ver por completo. Por la maravilla de las redes sociales nos volvimos a encontrar y vi unas fotos con su ahora esposo, lo bien que estaba y nos pusimos hablar, hasta que no pudimos más y quedamos en encontrarnos para conversar y, bueno, conocer también a su marido. Y así fue, nada raro pasó, sólo nos saludamos con un par de besos en las mejillas y un abrazo pero como cualquier conocido, y me presentó a su pareja.

Pero no demoramos en llamarnos y me dijo que quería llenarme de besos como los de antes y abrazarme fuerte, con lo que tuve que confesarle que sentí las mismas ganas. Total, que de tanto flirteo telefónico quedamos a solas, inventándonos bajas laborales y con escapadas como antes -pero ahora de su pareja-, y quedamos en mi casa. Pero lo extraño fue que hicimos el amor como dos tremendos locos y que sentíamos las ganas de poseernos como nunca antes lo habíamos hecho -o que ya no recordábamos haberlo hecho-, claro está que los dos con más experiencia. Pero lo raro fue después, luego de la frenética mañana de sexo y deseo los dos nos miramos como si ya cumplido ese deseo contenido durante años, se desvaneciera; sólo nos despedimos, incluso ni la acompañé a tomar su taxi ni tampoco me lo exigió, y se marchó. Hablamos días después pero nada más, era una pasión mediática, qué raro, ¿no?, ¿por qué hasta ahora no me dan ganas de volverla a llamar?


Carlos.

“Entonces nos fundimos el uno
con el otro hasta llegar al éxtasis”


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Nunca me había enamorado, nunca hasta que le conocí. Nos conocimos por casualidad una noche de julio en Madrid y empezamos a charlar. Conectamos muy rápido y quedamos en vernos la semana siguiente. Deseaba que el tiempo pasara rápido para volverle a ver, empezaba a obsesionarme, no podía olvidar sus ojos, su mirada, su voz, su sonrisa…

Nunca había estado tan nerviosa, mi corazón latía acelerado, me sentía eufórica
Pasábamos largas horas hablando y paseando. Durante esos primeros días nació una hermosa amistad, aunque mi deseo era que la amistad diera paso a algo más. Su forma de mirarme y hablarme dejaba entrever que sentía algo especial por mí pero nunca dio el paso. En agosto se trasladó a vivir a Los Ángeles por motivos de trabajo y todas mis esperanzas se diluyeron. Al contrario de lo que pensaba, nuestra amistad continúo a través de internet y cada vez se hizo más intensa. Tres semanas después me invitó a visitarle unos días y no lo dudé.

Tras dieciocho horas de vuelo, el avión aterrizó en el aeropuerto de Los Ángeles. Nunca había estado tan nerviosa, mi corazón latía acelerado, me sentía eufórica. Mientras recogía mi equipaje el me sorprendió por detrás. Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo, sin saber qué hacer, me giré. Apenas tuve tiempo para reaccionar cuando sentí sus labios junto a los míos. Tras el apasionado beso me sonrió y me agarró de la mano mientras nos dirigíamos al coche. Este estaba aparcado en la última planta del parking del aeropuerto, era una zona oscura y solitaria. Guardó mi equipaje en el maletero y me invitó a pasar al interior del coche. Se disponía a arrancar el motor mientras yo le miraba fijamente. Se acercó a mí y me beso de nuevo, esta vez fue mucho más apasionado. Sus manos recorrían mi cuerpo, mi respiración se aceleraba. La pasión se apoderó de nosotros, me sentó sobre sus piernas y desabrochó los botones de mi camisa mientras besaba mi cuello. Levantó mi falda y con un abrazo me acerco a él. Nos fundimos el uno con el otro hasta llegar al éxtasis. Fue la mejor noche de mi vida, nunca podré olvidarla.

Segea.

"Me imagino que llegó a su luna de
miel un poco lastimada... pero contenta"


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Les contaré qué sucedió hace algunos años. Pasaba por un divorcio difícil (aunque yo había sido el causante) y estaba celebrando mi 40 cumpleaños. Estaba con una chica norteamericana, Kim, casi 20 años menor que yo, en el Viejo San Juan (Puerto Rico) tomando, bailando y jugando al billar. Era preciosa, bailarina exótica y por alguna razón se había fijado en mí. Teníamos una relación física realmente tremenda.

Esa noche, mientras jugaba al billar en “El Patio de Sam" entraron tres chicas, más o menos de la misma edad de Kim. Una rubia me pareció conocida. Bastante pasada de tragos, se acercó a Kim y le preguntó si podía retar al ganador. Kim no hablaba español y la chica se lo dijo en inglés. Kim aceptó y ella puso el dinero en la mesa. Resulté ganador. Empezamos a jugar y yo a ganar, claro, por el estado de ella. Al rato, ella se acercó a Kim y le dijo algo al oído; Kim le dijo que sí y me preguntó si quería llevarla a su casa porque ella no podía manejar. Sabiendo el problema en el que me podía meter, pregunté que por qué no llamábamos un taxi, pero Kim me dijo que estaba muy ebria para dejarla en manos de alguna persona.

Me explicó que se casaba al día siguiente y que siempre sintió atracción por mí
Fui a buscar el carro. Kim la ayudó a subir, la chica se recostó y aparentemente se quedó dormida. Su apartamento quedaba a 7 millas de donde estábamos; cuando salimos de la Isla de San Juan, ella se me acercó y me besó en el cuello. "¿Me recuerdas?". "Me pareces conocida pero no sé quien eres". "Claro, yo tenía cinco años cuando me conociste”. Estaba confundido, pues no tenía idea de quien era. Resultó que había sido mi vecina cuando yo tenía 19 años y que lo fue por 7 años. Me explicó que se casaba al día siguiente y que siempre sintió atracción por mí. Me eché a reír. "¿A los 5 años?". "No entonces", me contestó, "pero cuando te casaste me imaginaba que era a mí que hacías el amor". Esa noche ella y yo hicimos todo lo que pudimos para hacer real lo que se había imaginado. Me imagino que llegó a su luna de miel un poco lastimada... pero contenta.


xxx

"Toda la calentura adolescente se desató entre nosotros, el mundo se paró allí"


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Mi historia de amor se desarrolló en 1980, unos tiempos muy diferentes a los que ahora vivimos. Yo tenia 15 años y era un adolescente no consciente aún de mi homosexualidad. En mi calle vivía un matrimonio de personas mayores, los cuales recibieron aquel verano la visita de uno de sus nietos: Juan, un chico de 16 años que vivía en Cataluña.

Aún recuerdo cómo nos amamos, con miedo, inexperiencia y torpeza, pero con amor y sinceridad
Siempre tuve fama en el barrio de ser un chico “formal”, sus abuelos me lo presentaron para que saliéramos juntos. Así empezó la amistad entre ambos. A todos los sitios íbamos juntos, desde el primer momento surgió un “algo” especial, una “más que amistad”. Pasaba el verano, pero ninguno de los dos poníamos nombre a lo que estaba sucediendo. Faltaban dos días para que Juan se marchase. Fuimos al pantano, a las horas de más calor a bañarnos, después nos tumbamos en las toallas y el silencio se hizo entre nosotros. Tendidos boca arriba, uno al lado del otro, Juan me dijo: “Debería ser así siempre, tú y yo solos, nadie me entiende como tú lo haces Juan Carlos…”.

Me rozó con la rodilla en el muslo, como quien hace algo prohibido, yo me giré y lo miré directamente a la cara, estuvimos así un momento y con los ojos nos dijimos todo. Tomé la iniciativa y lo besé suave, solo rozándole los labios, mientras le acariciaba la cara, él se incoporó y casi con violencia me agarró por la nuca y me dio un beso profundo, al que siguieron muchos más… Toda la calentura adolescente se desató entre nosotros, el mundo se paró en aquel momento, nuestras mentes olvidaron lo que estaba bien y lo que estaba mal, y allí desnudos bajo la alameda de árboles nos entregamos el uno al otro, hasta desfallecer y acabar, varias veces.

En estos días de absoluta libertad, la cual aplaudo, aún recuerdo sus ojos, el sabor del agua de pantano en sus labios, su risa, la forma en que nos amamos: con miedo, inexperiencia y torpeza, pero con amor y sinceridad. Doy gracias a la vida por iniciarme de una forma tan bonita y auténtica. Gracias Juan.

Juan Carlos.

Lua habrá nueva entrega?Interesante!jijij

Siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii...habrá mas!!!

"Y allí estaba mi amor prohibido susurrándome que soy lo mejor..."

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No deberíamos… ¡Hoy también he cambiado de opinión cincuenta veces! He pasado de la tristeza y añoranza a la ilusión de hablar con él. Hoy ha sido muy considerado conmigo y me ha enviado un mensaje que he releído 1.000 veces. Me ha hecho una ilusión enorme… Tres días después, sigo releyendo una y otra vez el mensaje, me ha hecho tanta ilusión que no puedo parar de leerlo… Tengo un montón de ganas de volverle a ver. Me ha dicho que iría a la playa a verme… espero que así sea y pasarlo bien… me hace tanta falta un beso suyo.

Todavía estoy en una nube, él también, y todo esto sería ideal si no fuese porque...
Cumplió su palabra y vino a verme.. Y no sólo eso: fue mágico, especial y único. Llegué a la playa a las 8 de la tarde, me llamó y charlamos tan bien como siempre. Me dijo que vendría un día, que tenía muchas ganas de verme y que me avisaría. A los diez minutos me envió un mensaje para decirme que si me gustaría que viniese y le dije que sí, que me encantaría. Y a la hora y media ya estaba aquí… estoy encantada. Me ha hecho muchísima ilusión. Aparcamos su coche, nos besamos y fuimos andando a mi bar favorito, a pie de playa, tomamos una copa, nos confesamos cosas, como que le gusta mucho estar conmigo, que nos echamos de menos… hablamos de nuestras vidas, todo esto besándonos… me derrito cada vez que me besa. Le dije que sus besos me apasionan, me dijo que estaba loco por verme, que lo necesitaba.

Más tarde dimos un paseo por la playa, descalzos… luna llena, mil estrellas… y de la mano. Llegamos a un sitio apartado, que yo, después de veranear más de 10 años en el mismo sitio desconocía; más besos… la temperatura iba subiendo a medida de mi tensión, me sentía nerviosa, emocionada y allí estaba mi amor prohibido cogiéndome de la mano, susurrándome que soy lo mejor, que me adora… Y allí mismo hicimos el amor, despacio, besándonos, acariciándonos… mágico. Todavía estoy en una nube, él también, y todo esto sería ideal si no fuese porque mañana vendrá mi marido y el se irá a su casa con su familia. Prometimos no enamorarnos, prometimos controlarlo todo. Pero eso es imposible… imposible.

Charo.

"Al despertarme descubrí las tijeras abandonadas y la ropa interior cortada"




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Sentí que me ahogaba. La presión desapareció súbitamente y una lengua atravesó mi rostro para regresar a la boca dolorida. Fue entonces cuando apercibí la mano poderosa que se había apoderado de mi cabello y me inmovilizaba. La otra mano levantó la camisola y noté el frío del metal recorrer mi pierna. Como un navío que surcase mi piel hasta chocar con las braguitas. Las cortó sin compasión y la sonrisa vertical quedó al descubierto.

Una lengua suave en la cima de las dos montañas gemelas; unos dientes rozando el monte de Venus
Su peso cayó sobre mí. Abrí las piernas. Sin embargo, fue la concha la que se negó a rendirse tan rápido. La mano impaciente se internó en el bosque y lo atravesó cruelmente hasta hundirse en la cueva. La otra mano soltó los cabellos y tomó el cuello como rehén. Yo respiraba con dificultad. No estaba preparada para lo que iba a llegar. Mientras el intruso entraba en la cueva con violencia, mi rostro permaneció prisionero de su boca, tan bestial que privaba el aire. Y mientras yo luchaba por la inspiración, las manos de hierro abandonaron el cuello y descendieron ardientes por mis brazos estúpidamente inmóviles quemando a su paso la piel delicada.

Y de repente, la calma. La leve caricia de una lengua suave en la cima de las dos montañas gemelas; unos dientes rozando el monte de Venus. Y el golpe de una puerta al cerrarse. Qué sueño tan desbordante, tan visceral, tan intenso en una noche calurosa de verano en un hotel perdido de un pueblo sin nombre. Sólo al despertarme descubrí las braguitas cortadas y las tijeras abandonadas. En la recepción una pareja discutía. Sin pudor alguno exponían su vida sexual a la consideración de los que no podían evitar oírla. Él gritaba: “¿Pero no querías emociones fuertes?”. Ella respondió irónica: “¡No! ¡Yo sólo quería sexo!” Tosí hasta que llamé su atención. El hombre, bajito, gordito, calvo, me miró. Y le envié un beso de agradecimiento.

Marta

"Me desnudó, me puso sobre su mesa..."


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Era mi primer día de trabajo, iba muy nerviosa, no sabía lo que me iba a encontrar y sobre todo a quien iba a conocer que iba a cambiar mi forma de ver el sexo. Fue desastroso, nadie me explicaba. Una mañana tenía un mail suyo: “Tranquila, todos hemos pasado por lo mismo, si necesitas ayuda…”. Noté que me ponía roja y pensé “¡qué tontería!”. Cada vez que él entraba en mi oficina me ponía muy nerviosa y me miraba diferente que a mis compañeras, me preguntaba el porqué; con el tiempo me dijo que era porque le daba mucho morbo mi carita de niña buena.

Metí su pene en mi boca y empecé una felación rápida pero intensa
Un día me quedé sola y me preguntó si le hacía un favor; le dije que todos los que quisiera. Me di cuenta de mi respuesta y le pedí perdón y mi sorpresa fue lo que contestó: “Tranquila, tocaba que dijeras algo para poder provocarte”; ese día cruzamos mails y por la noche nos llamamos. El tiempo pasó y nuestras conversaciones eran subidas de tono y muy provocativas. Una tarde la encargada me dijo que me cambiaban de sitio, que entraría a las 6 para irme a la otra oficina y que me enseñaran. Llegué puntual, al entrar estaba él solo, me dijo que el otro chico tardaría pero que me podía quedar. No supe qué hacer, hasta que él decidió: cerró la puerta, bajó las persianas, se acercó lentamente, empezó a besarme el cuello, hombros… hasta que lo aparté; se volvió a apoderar de mí y me susurró “es imposible que nos descubran, entran a las 8”.

Me dejé llevar, nos empezamos a acariciar. Nos faltaba tiempo para hacer todo lo que nos habíamos dicho, me desnudó, empezó a lamerme el pecho, me puso en su mesa, fue bajando hasta llegar a mi sexo, me hizo ver las estrellas hasta que llegué al clímax. Cuando acabó conmigo no dijo nada, solo me miró, se sentó y yo me arrodillé, metí su pene en mi boca y empecé una felación rápida pero intensa, hasta que le pasó lo mismo que a mí pero en mi boca… Arreglamos la oficina, a nosotros mismos y fuimos a tomar un café con tranquilidad. Ha habido más encuentros, en varios sitios, todos con la misma pasión que el primer día.


N.P.

"Nos devoramos con la mirada la primera vez que nos encontramos"


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Siempre hemos conectado, pero al ser novia de mi amigo jamás me planteé intentar nada con ella. No sé exactamente qué día empezamos con algunos jueguecillos, juegos como que nos llevábamos mal, soltar punllitas el uno del otro, algún cachete en el culo... Para después, siempre, fundirnos en un abrazo diciendo: "Que no, que te quiero un montón".

Después del primer beso le pregunté si estaba segura, ella respondió con otro beso
Tampoco sé en qué momento las tonterías pasaron a ser pasión y deseo. Los abrazos eran más intensos, notaba sus senos contra mi cuerpo y día tras día me encendía más. Ella buscaba el contacto cada vez más a menudo y mientras, a mi amigo, le decía, medio en serio, medio en broma, que su novia me estaba entrando y que al final se la quitaría. Él reía sin saber lo que pasaría hace exactamente dos semanas. Esta fecha sí la tengo clara.

Era sábado noche y mi amigo estaba de fin de semana con su familia. Salimos el resto del grupo, incluido ella. La noche fue pasando sin ningún sobresalto, hasta que llegó la hora de marcharnos a casa. Yo la acompañé hasta el portal y al ir a despedirnos dijo: "Uff, no tengo ganas de ir a casa". Yo le seguí el juego, como tantas veces: "Bueno y, ¿dónde quieres ir?". Nos acercamos con el coche a un parque, nos sentamos en uno de los bancos y, nos devoramos con la mirada la primera vez que éstas se encontraron.

Empezamos a besarnos, con pasión, y después del primer beso le pregunté si estaba segura, ella respondió con otro beso. Cada vez estábamos más calientes y, cogimos el coche, esta vez para dirigirnos a un lugar apartado. Hicimos el amor con intensidad y pasión hasta alcanzar el éxtasis. Ayer, tomé café con mi amigo y al decirme que notaba a su novia rara le contesté que estaría nerviosa por las vacaciones. No sé qué pasará, pero es inevitable.


Óscar.

"Lo que hasta entonces habían sido miraditas y coqueteos se tornó en fuego"

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Nos conocemos desde hace 3 años, él es segurata y yo camarera en un complejo de restauración. Hasta este fin de año, no nos habíamos fijado el uno en el otro, bueno, él dice que si se había fijado mucho en mí, pero yo, a causa de mi traumática separación, no estaba muy receptiva.

"Él no dejará a su mujer, ni su vida actual por mí"

Un día al finalizar la sesión de discoteca nos fuimos juntos a mi casa, y lo que hasta entonces habían sido miraditas y coqueteos se convirtió en fuego. No llegamos hasta el final porque él me dijo tímidamente: "Es tarde y estoy casado". Pero el fin de semana siguiente se desvaneció la timidez y se desató la pasión entre nosotros.

El tema ha continuado, y de qué manera... las cosas se están poniendo cada vez más calientes: en diez años de matrimonio, nunca me había sentido tan querida ni tan deseada como en estos últimos 4 meses.

No sé como acabará todo (por supuesto yo no quiero que acabe, al contrario), pero tengo muy claro que él no dejará a su mujer, ni su vida actual por mí. Os digo algo: A DISFRUTAR DEL MOMENTO!!!

Laura.

"Me puse mi blusa morada de raso, escote y taconazos, un perfume y me solté la melena"

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Todo comenzó cuando una noche de invierno contacté con él en Internet. Le conocí por casualidad en un chat, y sin pretender en un principio mucho comenzamos a hablar. Nuestras charlas se fueron transformando en encuentros cada vez más frecuentes y trasnochados, buscados por ambos y subidos de tono. El verle cada día no era ya una obsesión sino que se convertiría en mi perdición.

Por fin pude besar esos labios maravillosos que tantas veces me susurraron palabras bonitas
Yo estaba casada, pero durante aquellos días era él mi único pensamiento: me acordaba de sus palabras, de su forma de mirar, de sus gestos, de su cuerpo desnudo. Me estremecía al recordar cada día el encuentro de la noche anterior. Cambié mi manera de vestir, mi carácter, mi apetito y mi deseo, mi único objetivo, que era verle en real. El tenía novia y yo pareja, pero ambos lo deseábamos y sabíamos que los dos solos y frente a frente no nos controlaríamos. Demoramos el encuentro, hasta que el verano se encargó de cerrar el asunto.

Yo me quedaría sola en Madrid trabajando y de Rodríguez y como tenía su teléfono le envié un SMS: Una hora, un día, un lugar; y yo le esperé. Me puse mi blusa de raso color morado, escote y taconazos. Un perfume sensual y me solté la melena. Y estar a su lado fue tal y como pensé: con solo verle empecé a notar un escalofrío recorrer mi piel, por fin pude sentir su presencia y besar esos labios maravillosos que tantas veces me susurraron palabras bonitas y tocar su piel perfecta hasta extasiarme de placer. No le volví a ver. Si lees estas líneas, estés donde estés, te digo desde mi hoy renovada soltería que sigo pensando en aquellos días y mantengo lo que te dije aquella noche: “Sería el pecado más dulce probar el sabor de tus labios, sería un regalo divino comerme tu amor a bocados”.

Irene.

"La humedad de mi boca hizo que desease que el tiempo se parase"

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Estaba tranquila, hacía pocos días que nos habíamos conocido en un chat, me pillaba de paso en la ciudad y no tenía grandes esperanzas en esa cita. Mi vida era penosa, recién separada y desesperada por encontrar trabajo. Cuando salí del examen por el cual había acudido a la ciudad, lo llamé, quedamos en un parking.

Su respiración era fuerte, intensa, estaba disfrutando...

Después de los dos besos de rigor fuímos a una cafetería, charlamos animadamente un par de horas, se hacía de noche y ninguno de los dos quería irse a casa, había feeling, tonteo, juego... pero nadie quería dar el primer paso; para alargar la cita paseamos por un parque ya de noche, quería que me besase, que me tocase, que diese el paso... estaba tenso, atento a cualquier movimiento o gesto que le hiciese deducir lo que yo deseaba, temía mi rechazo, fuí consciente de ello todo el día, nuestros brazos se rozaban, la piel se erizaba, podía oler su piel e imaginarme el sabor de sus labios...

Ya en su coche y desistiendo de que sucediese algo me despedí, me beso rápido, nuestras bocas no encajaban, pensé," me equivoqué, no funcionará!!"... no se dio por vencido y metió su mano por dentro de mi camiseta, me acarició los senos, éstos se volvieron duros y desafiantes. Él los besó y siguió bajando, cuando sentí su lengua en mi sexo me recosté y dejé que el tiempo transcurriese despacio, hacía mil años que no vibraba de esa manera: sabía cómo y dónde tenía que tocarme. Llegué al orgasmo como ya no recordaba mientras veía en sus ojos deseo y placer.

Quise corresponderle y aprisoné su sexo con mis labios, la humedad de mi boca hizo que desease que el tiempo se parase. Su respiración era fuerte, intensa, estaba disfrutando de una noche que nadie había planeado. Me gustó volver a sentir, volver a ver excitación en los ojos de un hombre, hubo más citas, más sexo, pero esa noche se quedará en mi retina como el comienzo de mi vida.

V.B.

"Me llevó a su casa; en el ascensor le quité la blusa, el resto en el pasillo..."

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Tras una noche de copas, de madrugada me dispuse a volver a casa. Cogí el tren y cansado me senté cabizbajo antes de que se iniciara la marcha. Hacía 6 años que no la veía. Tiempo atrás habíamos sido pareja, pero nos alejamos. En una ocasión me llamó por teléfono para tomar un café, pero rechacé la oferta, por una parte porque fue ella quien termino con la relación y estaba dolido (o eso quería hacerme pensar a mí mismo), pero por otra parte no quise acudir por miedo a volver a desearla. Pero ahí estaba ella, sentada en el asiento de enfrente junto a un chico, que aparentemente era su pareja actual.

Durante el trayecto no dejamos de mirarnos el uno al otro disimuladamente

Cuando el tren inició la marcha alcé la vista y nos reconocimos al instante. Nuestras miradas se cruzaron y las mantuvimos fijamente en un eterno silencio sepulcral. Fue cosa de un instante. Mi respiración se congeló. Durante el trayecto no dejamos de mirarnos el uno al otro disimuladamente. De pronto el tren se paró, su acompañante la besó en la boca y le dijo: "Adiós, mañana hablamos". Él salió del tren y nos quedamos solos los dos, frente a frente, mirándonos, en silencio. El tren continúo con su vaivén, pero nosotros permanecímos inmóviles. Mi parada estaba por llegar y pensé que tenía que hacer algo antes. En vez de eso me quedé quieto viendo pasar de largo mi parada.

Ella asustada me dijo: "¿Qué haces, esa no era tu parada?" y respondí: "Sí, pero hoy me bajo en la tuya". En ese mismo momento se abalanzó sobre mí y empezamos a besarnos como adolescentes. Metí la mano por debajo de la falda, noté su calor. Me llevó a su casa; en el ascensor le quité la blusa, el resto en el pasillo. Nuestros cuerpos se revolcaron. Era mucho más experimentada que cuando la conocí. Cogió mi miembro y se sentó sobre el. Note la presión y un inmenso placer, miré hacia ella y me sorprendí al ver que su sexo estaba libre. Ha sido mi única experiencia anal. Tras acabar, recogí mis ropas y me marché mientras ella me observaba desnuda. No he vuelto a verla después de aquello.

Aitor.

"Gestos insípidos, miradas frágiles y caricias gratuitas consumaron el placer"

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Ellos estaban en una de esas playas vírgenes en las que la suave brisa deja perplejos a tus sentidos, allí donde los peces nadan y juegan despreocupados entre las olas cristalinas que después de navegar durante lustros por la inmensidad del océano desembocan en un magnánimo sístole y diástole universal, refrescando por azar o por suerte a diminutos granitos de arena blanca y pura. El era un jovencísimo chico con acento irlandés, había pasado la mayor parte de su vida en Dublín pese a que era originario de otra gran isla, Australia.

Aquella playa no era un lugar donde se practicaba el 'cruising'

No era de extrañar pero, que emigrara al cumplir su mayoría de edad a un lugar donde las prohibicione y tabúes se escriben en letras minúsculas, así, El siendo Julieta decidió ir al encuentro de su Romeo y dar un vuelco a su vida, haciendo realidad sus sentimientos. No se preocupaba nunca por lo que pudieran pensar los demás, porque ni siquiera lo conocían. Buscaba el placer, su propia satisfacción si tropezar con recelos ni malversaciones mundanas. Estando en un atardecer de miércoles, tumbado, inhalando y saboreando la grandeza de la soledad en la orilla de la playa conoció a Tu, un hombre de aquí y de allá, un hombre de mundo. A su avanzada edad reconocía libremente ya desde hace muchos años su diversidad y aflicción por los dos sexos, menospreciaba insultos y hechos bizantinos, le gustaba tanto el mar como la montaña.

Prácticamente no hablaron. Gestos insípidos, miradas frágiles y caricias gratuitas consumaron en placer detrás de unos matorrales. Aquella playa no era un lugar donde se practicaba el 'cruising', ni siquiera por aquél entonces se había inventado dicho término. Se daban y recibían tras los matorrales sin otra preocupación. Tu y El descubrieron algo nuevo, los inventores de la libertad, del desenfreno y de la exaltación en un lugar público. Aquella bonita primavera ya se había acabado para ellos y la arena de la cala del sudeste de la isla quedó desierta, muerma, esperando la multitud de bañistas extranjeros del verano.

MARC SALVADOR.

"La frialdad del primer encuentro se tornó en una intensa sensación de calor"

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Mi mundo se derrumbaba. Estaba al borde de un gran precipicio, preparada para saltar al vacío. Decidí dar un giro radical a mi vida. Dejé mi trabajo, hice las maletas y cogí un tren con dirección a Almería. Alquilé una casita en un pequeño pueblo llamado San Miguel de Cabo de Gata.

Todo iba perfecto hasta que un buen día el frigorífico dejó de funcionar. Un pequeño incidente doméstico, pensé. ¿Cómo iba a imaginar que gracias a ese “frigo” viviría el verano más ardiente y pasional de toda mi vida?

Llamé al servicio técnico, y esa misma tarde un empleado vino a repararlo. Nunca nadie consiguió causarme tan mala impresión como aquel tipo. Era un muchacho bastante rudo, fuerte, muy varonil, con facciones muy marcadas, frío, cortante; me atrevería a decir que incluso maleducado.

Esos ojos se clavaron en lo más profundo de mi ser y un pequeño cosquilleo recorrió todo mi cuerpo"

Esa misma noche fui al bar del pueblo a tomarme una copa. Cual fue mi sorpresa cuando encontré al técnico sentado en la barra. Estuve tentada a irme inmediatamente, pero algo me detuvo. Pedí un ron-cola y me senté en la mesa más alejada del local. Me sentía observada. Giré la cabeza y cruzamos la mirada. Esos ojos se clavaron en lo más profundo de mi ser. Un pequeño cosquilleo recorrió todo mi cuerpo. Toda la frialdad que percibí en nuestro primer encuentro se transformó en una intensa sensación de calor.

A la mañana siguiente me desperté sobresaltada. ¡Esos ojos! No podía apartarlos de mi mente. Salté de la cama, cogí el teléfono y llamé de nuevo al servicio técnico. Pedí que me enviasen otra vez al técnico. Al cabo de un rato sonó el timbre. Abrí la puerta. Frente a mí tenía nuevamente esos ojos. Sin mediar palabra, atrajo mi cuerpo contra el suyo. Me apartó el cabello hacia un lado y comenzó a morder y besar mi cuello como si se le fuese la vida en ello. Me quitó la ropa deprisa, muy deprisa. Recorrió con su lengua todo mi cuerpo, despacio muy despacio. Se abalanzó sobre mí y sentí su miembro en mi interior. Volví a sentirme viva. Esos ojos me devolvieron las ganas de vivir.

Parecíamos dos fieras en celo. Pasamos todo el verano amándonos, entregándonos cada mañana, cada tarde y cada noche a este loco frenesí.

E. M.

"Sus brazos rodeaban mi cuerpo. Sus labios se deslizaron sobre los míos..."
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Había sido un año horrible. Tenía más ganas que nunca de que llegase el verano. Había hecho mil planes, pero todos se fueron al garete. Mi hermano pequeño tuvo un accidente. Mis padres trabajaban y yo me tenía que quedar con él. Encima tenía que madrugar porque David, el fisioterapeuta que venía a ayudar a mi hermano con su rehabilitación, llegaba temprano.

Era la personificación de la perfección en todos los sentidos"

Madrugar se convirtió en un placer cuando lo conocí. Cualquier mujer caería rendida a sus pies. Pero no cualquier mujer tenía la suerte de tenerlo en casa dos horas cada mañana. Era la personificación de la perfección en todos los sentidos. Ese bombón tenía que ser mío. Cada mañana lo recibía con un camisón más sexy y más corto que el anterior. Pese a emplearme a fondo en el arte de la seducción, “el bombón” se resistía a mis encantos. Álex se puso enfermo. Mi madre me pidió que avisase a David para que no viniese aquel día. Por supuesto, se me pasó hacerlo. Y como cada mañana “el bombón” se presentó en casa.

Abrí la puerta. Tan solo una diminuta toalla cubría mi cuerpo. “Álex está enfermo y no va ha poder hacer sus ejercicios hoy. Siento haberte hecho venir para nada”, le dije. Me di la vuelta y avancé por el pasillo. La puerta se cerró. Me paré en seco. No podía ser que se hubiese ido. Había hecho el ridículo más espantoso de mi vida. De repente sentí que sus brazos rodeaban mi cuerpo. Sus labios se deslizaron sobre los míos. Se desnudó, me cogió de la mano y me llevó al baño. Me quitó la toalla y nos metimos en la bañera… Y dimos rienda suelta a nuestra pasión.

Durante casi dos meses, David siguió viniendo a mi casa todas las mañanas. Cuando terminaba sus ejercicios con Álex, comenzaba su particular terapia fisioterapéutica conmigo. Alex se recuperó muy bien de sus lesiones. Yo todavía no logro superar las mías. Y es que David, “el bombón”, era todo un profesional, tanto en el terreno profesional como en el sexual.

G.S.

"Nunca olvidaré esa noche en la que
la dulzura de sus palabras me invadió"

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En una madrugada como esta, solo me vienen a la mente los recuerdos de una noche inolvidable, miles de cosas que sucedieron hace 3 años: el fin de semana donde se inicia mi relato me había quedado sola en casa; aprovechando eso le pedí a mi mejor amigo que viniera a acompañarme, habíamos acordado encontrarnos en un parque y venir caminando; en el camino decidimos comprar una botella de vodka.

Estábamos muy cerca de hacer el amor pero ahí volvió mi parte cerebral y le dije que no estaba preparada
Cuando llegamos nos sentamos en la sala para conversar y beber; pensamos que nos hacía falta algo de música, así que decidimos subir a mi habitación; al entrar nos ubicamos en la cama pero cada uno en un extremo. Luego de algunas copas comencé a sentirme mareada e instintivamente recurrí a sus brazos, él me abrazo delicadamente; él también ya estaba algo mal por el licor y no recuerdo exactamente cómo pasó pero nos comenzamos a besar, hasta entonces nunca lo habíamos hecho. Poco a poco mis manos y las suyas comenzaron a recorrer nuestros cuerpos, y él comenzó a quitarme la ropa. En estas situaciones siempre pienso bien las cosas antes de hacerlas; si bien soy una mujer muy pasional no me dejo llevar por los instintos, pero esa noche lo que sentía era muy fuerte y dejé que él me despojara de mi vestimenta: también se quito la suya y comenzamos a tocarnos, estábamos muy cerca de hacer el amor pero ahí volvió mi parte cerebral y le dije que no estaba preparada. Sé que para un hombre controlar esa excitación y parar así no es algo agradable, pero simplemente me dijo: hagámoslo, y al volver a escuchar mi negativa me dijo: tranquila, esperaré. Después nos abrazamos y dormimos.

Al día siguiente no sabía qué iba a decirme cuando abriera los ojos, creo que sintió que lo observaba y se levantó. Me sentía rara, no sabía qué decir, pero me miró y sonrió, su sonrisa lo cambió todo, dejó mi miedo y mi vergüenza a un lado, esa mañana la pasamos riéndonos, conversando y es así como comenzó todo lo que ahora siento por él. Unos meses después me entregué a él y lo hice con amor... pero nunca olvidaré esa noche en la que la dulzura de sus palabras me invadieron.

S.A.

"Y entonces él hizo de mi torso un juguete, un juego de pasión, de calor..."

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Él y yo nos encontramos, quién sabe si esa noche la casualidad o el destino estaban de mi lado, porque en el fondo deseaba que él estuviera allí. Cuando lo vi todo mi ser se prendió cual si fuera una cerilla y el era la vela que quería encender. Era tiempo jugando a un juego donde ambos nos estábamos quemando, y el calor de la noche hizo que ese fuego se avivara.

Estábamos escondidos como dos delincuentes desnudos dando rienda a nuestros instintos animales
Me abracé a él como si la vida se me fuera en ello, y él no disimuló su deseo de que siguiera moviéndome al son de la música recorriendo con mi cuerpo el suyo. Tampoco disimuló cuando me susurró al oído cosas que jamás habría pensado, pero que soñaban que fueran así. Él recordaba cada una de mis palabras, tras un año entero juntos. Me confesó lo que se imaginaba que escondían cada uno de mis trajes, cada camiseta que llevaba era para él una excitación constante: enseñar un hombro, insinuar una forma, mostrar mi espalda. Jamás pensé que desataban en él ganas de tenerme durante horas y horas bajo su piel. Pero en el fondo, deseaba que fuera así, porque yo también lo deseaba.

Disfruté de su torso desnudo durante horas, era un placer que me merecía. Él tampoco ocultó sus ganas de disfrutar del mío e hizo de él un juguete, un juego de pasión, sudor, calor. El paso de su lengua por cada una de mis formas provocó en mí suspiros en los que el aliento se me escapaba y me faltaba el aire, y el único capaz de devolvérmelo era precisamente quien me lo estaba robando. Cada beso, cada mordisco en el labio, cada roce de nuestros cuerpos era una llamarada de pasión y sexualidad que sólo se apagaba cuando recordábamos el por qué estábamos, en esa madrugada de verano, escondidos como dos delincuentes desnudos dando rienda a nuestros instintos animales.

Jamás olvidaré la noche en la que mi “yo” más profundo, oculto durante tanto tiempo, se mostró tal cual es. Pero tampoco olvidaré que él se mostró tal y como tantas veces yo había soñado que hiciera. Y ese sueño se hizo realidad.

LUNA.

"Loba con piel de cordero que me fué desguazando hasta dejarme en el chasis"

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Mi vida se había tornado oscura el día en que la dejé escapar. Me olvidé por un tiempo de que sus sonrisas y caricias eran sólo para mí. -Te dejo porque no te quiero- me dijo con lágrimas en los ojos, y yo la dejé por darle la razón. Después te conocí a ti... rubia de ojos de mar... de dulzura aparente y trato difícil. Reina de corazones y asesina de soldados sin chaleco antibalas. Fugaz y nerviosa me diste tu cariño... me ataste a tus encantos y borraste todas mis decisiones importantes.

Andaluza sin acento andaluz, pero de salero inolvidable... meditarránea de alma pero nacida en el Atlántico más salvaje. Loba con piel de cordero, que poco a poco me fué desguazando hasta dejarme en el chasis. Amor de idas y venidas, de peleas y reconciliaciones, de lloreras y risas, de recuerdos grabados a fuego en mi retina. Amor si despedidas pero de partidas... de ganas de volver a verla, pero con miedo de encontrármela... amor de corto alcance, pero con una honda expansiva que demolió todo mi alrededor. Amor compartido y celoso, tierno y amargo, extraño y difícil... ese es y fue mi amor de verano...

RENÉ MARTÍN.

"Hoy he sobrepasado mis umbrales tantas veces y de tantas maneras..."

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Las yemas de sus dedos marcan mi piel más que los rayos del medio día, aprietan mis muslos, mis pechos, imagino que algo acabará amoratado pero poco me importa, el vaivén del agua helada en mi espalda consigue tranquilizarme. Me pongo encima y muerdo con fuerza cada uno de los pliegues de su piel hasta que la sal y el sol me secan los labios. Llega el turno de réplica. Me maneja como a una muñeca. Tomo aire profundamente pero la bocanada se me corta antes de satisfacer mis pulmones, creo que no existe oxigeno suficiente. Se acomoda sobre mí y me dejo hacer, no encuentro motivos para lo contrario. Los abdominales se me contraen de una manera casi dolorosa cada vez que me lame y creo que mis pezones le pueden a los riscos de lava que nos rodean.

Se acomoda sobre mí y me dejo hacer, no encuentro motivos para lo contrario
Una ola lo arrastra, sube hasta mi cuello, a mi boca, mis ojos, la arena se adapta a mi cuerpo con su peso. Su cara está desencajada. Niego con la cabeza y él se detiene, sólo tardo unos segundos en abrir los ojos y negar lo negado. Estamos en una cárcel de acantilados cobrizos, una cala inaccesible para turistas. Me extingo. Soy un organismo a punto de desaparecer, algo que muere y nace con la marea. La palabra “oleaje” tiene un nuevo sentido para mí. Creo que le hemos robado el patio de juegos a los sargos que permanecen, desde hace horas y probablemente por puro pudor, dentro de sus cuevas. De la nevera del barco baja el vino blanco y bebe ahogadamente de la botella. Pruebo la uva de la comisura de sus labios. Es un gran vino y se ha enriquecido con el sabor a sudor y sexo.

Supongo que toda mujer cree saber dónde están sus propios umbrales pero yo hoy he sobrepasado los míos tantas veces y de tantas maneras distintas que ahora mismo dudo que sea sano siquiera haberlos tenido alguna vez. Sepa usted, caballero, que si me río tanto es porque, simplemente, me divierten tantas ces, eses y zetas juntas, y que el próximo mes le llevo a ver el amanecer al Teide, después de ruborizar a los peces quiero darle envidia a las estúpidas de las estrellas.

SABINA.

"Nos besamos un millón de veces, pero nuestros labios casi no se rozaron"
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Conocía a su hermano pequeño, aunque aún no lo sabía. Tenían un chiringuito estilo playero… a 400 km de la playa más cercana. Un día en los coches de choque me indicó sonriendo que me subiera. Mi amiga tuvo que sujetarme para que no me cayera y no pude moverme; me quedé como si aquello no fuera conmigo. Era guapísimo y no tenía ni idea de quién era. Al día siguiente llegué al “chiringuito” y adivinad quién servía cervezas. Se presentó, me dijo que era mala por dejarle plantado, que le había dicho su hermano lo bien que bailaba y que esa noche nos íbamos a la disco. Solo pude decir: “¡Vale!”, y pasamos casi dos años sin separarnos.

Me enseñó a vivir, a quererme, a querer... mataron mi amor, pero yo me quedé su alma, que sigo cuidando
Esos días había ido al “chiringuito” a por su hermano mayor, a coger aire; éste acababa de salir de la cárcel –a la que entró por drogas- y en su intento de ayudarle acabó entrando él en ese mundo devorador. Cuando se dio cuenta de que me quería me dijo llorando que estaba atrapado, que estaba cayendo en ese pozo y que no podía permitir que yo cayera con él. Teníamos que separarnos, pero nos veíamos cuanto podíamos. Nos besamos un millón de veces aunque nuestros labios apenas si llegaron a rozarse en noches desesperadas.

Mil caricias se perdieron antes de que sus manos llegaran a tocarme sino como la haría cualquier otro amigo. Estar cerca era una tortura. Sabíamos que si empezábamos… Siempre estaba allí, esperando a su niña, así nos llamábamos. Creí que conseguiría quitárselo a las drogas. Pero me ganaron, no supe hacer más y un día dejó de venir. Le vi un año después, pero ya no era él. Apareció con un “amigo” y me contó una historia de por qué necesitaba mil duros. Me hice la tonta, se los di y el adiós que nunca le había dado. Hace 25 años, yo tenía 16 y no he querido olvidarle; no se lo merece. Me enseñó a vivir, a quererme, a querer. Me convirtió en lo que soy. Mi marido es maravilloso y ojalá mis hijos se le parezcan, pero también un poquito a él. Mataron mi amor, se llevaron su cuerpo y lo destrozaron, pero yo me quedé su alma, que sigo cuidando.
ROSA.

"Ya no hubo más palabras, sólo besos tímidos, inexpertos y muy húmedos"

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La historia se desarrolla en un pueblo de interior, durante un verano sofocante, y los protagonistas somos una preciosa chica de 16 y yo, de 17. Desde el primer día ya cruzábamos nuestras miradas sobre la piscina municipal, ella con sus amigas y yo rodeado de mis primos. Si no estaba a la vista, no me la quitaba de la cabeza, y vagaba por doquier, hasta dar con ella, para seguir mirándola, y así alimentar mi insaciable sed. Después de un tiempo, empezamos a cruzar palabras, luego casi conversaciones, y así, en las fiestas, a dos días de su partida, me decidí.

Nunca he vuelto a verla, tampoco la he buscado, pero ella sigue intacta en mi memoria
En la madrugada logramos escaparnos y sentarnos a solas, en la penumbra de un solitario banco del parque, entre rosas y jazmines, casi en silencio. La cogí de la mano y me sumergí en las tonalidades de color miel de sus enormes ojos, le musité un torpe "me gustas mucho" y ella, con la urgencia de la próxima partida, me susurró "bésame de una vez"; aquella noche no hubo más palabras, solo besos tímidos, inexpertos, superficiales, bocaditos húmedos, pero aun así esos besos fueron cálidos, inocentes y tiernos, como solo dos adolescentes enamorados pueden darlos, recibirlos, compartirlos.

Continuamos abrazados hasta la salida del sol, sin querer reconocer que se acercaba la hora de la separación, negándonos a todo lo que no fueran el contacto de nuestros ojos, nuestras pieles, y nuestras sedientas bocas. Luego llegó la separación, las lágrimas, y un pequeño dolor se alojó en mi corazón, que fue creciendo en los días siguientes hasta hacerme pensar que moriría de angustia, pero que no obstante, el tiempo sanó. Nunca he vuelto a verla, tampoco la he buscado, pero ella sigue intacta en mi memoria como cuando la besé y nunca otro beso me supo igual. A veces, por la noche, cuando me siento melancólico pienso en ella, en sus dulces ojos, su cara, su pelo y lloro en silencio hasta que se me seca el alma.
CARLOS.

"Dejó la vergüenza guardada en el cajón que almacena la ropa del invierno"

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Son las cuatro de la mañana. En una discoteca cualquiera un prototipo de mujer ideal para una noche pasa frente al cuerpo de Luis. La mira, le echa una sonrisa, le pega un sorbo a su quinta copa, infla su pecho trabajado durante meses en duras sesiones de gimnasio y pornografía. Porque Luis no se esconde cuando habla del tema “yo soy un pornográfico”, afirma siempre entre colegas. La chica es rubia. Dejó la vergüenza guardada en el mismo cajón que almacena la ropa del invierno a la espera de la llegada del frío. Su cuerpo dibuja una de esas figuras sólo accesible para privilegiados. Ella acaba de salir de su martirio mensual y sus hormonas le piden unas horas de libertad absoluta sin remilgos.

Un buen polvo y sin compromiso no se consigue siempre en unas vacaciones
Luis ha cazado a su presa. Son las cuatro y diez. Cree demasiado en sus posibilidades. Se acerca, se presenta con una broma, ella sonríe porque le gusta y acaban bailando la siguiente canción. Treinta minutos han pasado y ya toman la primera copa juntos, aunque saben de sobra que luego beberán jugos más íntimos. Narran sus vidas como si leyeran sus DNI: nombre, apellidos, lugar de residencia, edad y el único extra de la situación laboral. El resto y el resto sobran desde hace media hora.

Los gemidos comienzan a hacerse oír en la habitación 215 a las cinco y cuarto. Luis le demuestra sus dotes y ella se agarra como puede a sus músculos mientras el vaivén de su cuerpo tan sólo se ve amarrado por la carne masculina imparable durante largas sesiones. Así durante un par de horas. Hasta que ya no pueden más y no hay más néctar que extraer de sus colmenas apasionadas. A las doce dejan la habitación. Laura regresa a su hotel con sus amigas, él se marcha a su ciudad de origen. Se han quedado tranquilos. Han cumplido con su cita veraniega. Un buen polvo y sin compromiso no se consigue siempre en unas vacaciones.

IVÁN.

"Mis manos exploraban su suave piel, pero sus labios recorrían mi cuerpo"

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Un continuo déjà vu. Así transcurrían mis vacaciones en la playa con mis padres. Todas las noches salía al mismo pub yo solo a tomar algo y distraerme y allí estaba siempre ella. Bailando con su amiga. No podía dejar de mirarla y ella tampoco me perdía de vista. Mi timidez tumbaba a mi deseo hasta que la última noche me decidí y me dejé llevar. Empezamos a hablar aunque casi sin darnos cuenta estábamos ya besándonos. Los dos nos deseábamos desde hacía días pero ninguno se había atrevido a dar el primer paso. Pero ya daba igual, la espera había merecido la pena.

Descubrí que además de tener un gran físico también era inteligente y divertida, alguien con quien se podía hablar
Salimos del local en busca de un lugar más íntimo y terminamos en la playa, tumbados sobre la arena dando rienda suelta al deseo que nos dominaba. No hicieron falta palabras, era como si cada uno supiera exactamente lo que quería el otro. Conectamos de manera increíble. Mis manos exploraban su suave piel mientras sus labios no dejaban de recorrer mi cuerpo. Terminamos haciendo el amor mientras amanecía.

Terminamos abrazados, desnudos y sin creernos del todo lo que acababa de ocurrir pero con una sonrisa que hablaba bien a las claras sobre lo bien que lo acabábamos de pasar. Descubrí que además de tener un gran físico también era inteligente y divertida, alguien con quien se podía hablar. Si bien tampoco hablamos demasiado puesto que al poco nos pudo de nuevo la pasión y estábamos de nuevo dejándonos llevar por nuestros instintos más animales. En cuanto terminamos tuvimos que vestirnos e irnos puesto que comenzaban a bajar los primeros bañistas en busca de un buen sitio en el que colocar la sombrilla.

Nos fuimos a desayunar y a seguir conociéndonos hasta que a mediodía ella tuvo que marcharse. El problema era que aquella misma tarde volvía a casa. Se habían terminado mis vacaciones allí. Nos intercambiamos los teléfonos y la promesa de seguir en contacto. Sé que volveremos a vernos y a estar juntos pero no puedo dejar de arrepentirme de no haberla dicho algo la primera noche en que la vi para poder haber pasado más días juntos en la playa.

RAÚL.

"El paso del tiempo no hace el olvido..."

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Nuestra historia transcurrió hace ya muchos años. Amor adolescente en una playa cualquiera de Cantabria, donde el amor nos unió hasta hacer desear que el mundo parase. Acudía a cenar habitualmente con mi familia a un restaurante donde mi camarero de ojos verdes me hizo despertar al amor. Le miraba en silencio, creyendo que no me veía. Mirar sus ojos cuando atendía nuestra mesa era bastante para flotar en una nube.

Jamás, pase el tiempo que pase, olvidaré a mi amor... mis ojos me hacen regresar a aquel verano en que el mundo se detuvo bajo nuestros pies
Aquellos días conocí a una chica que también estaba con su familia. Una noche quedamos y fuimos a aquel restaurante con mi camarero y me limité a reír, mientras él nos miraba fijamente; parecía enfadado. Después acudimos a una discoteca, donde de repente una voz que conocía hizo erizar mi vello: ¿de qué te reías antes? Me giré y buceé en el interior de aquellos ojos, estaba allí, frente a mí, hablándome. Después me comentó que me llevaba observando mucho tiempo, cada vez que iba con mi familia. Proseguimos juntos toda la noche, de un lugar a otro, escapando de la lluvia, protegiéndome con el calor de su cuerpo y la dulzura de sus ojos. Y en una playa que nunca olvidaré me hizo suya bajo un cielo estrellado más refulgente que nunca. Mi primera vez, dulzura, amor, suavidad. Todo mi cuerpo fue suyo, y el suyo mío.

Aquel verano seguimos juntos todas las noches, hasta que mis vacaciones llegaron a su fin, yo me fui a mi ciudad y él a su pueblo. Nos juramos encontrarnos, seguir juntos, luchar contra el tiempo y la distancia, pero al final no pudimos. Diversas circunstancias trágicas en mi vida me separaron de él, después terminé mis estudios y el mundo de las leyes procesales me convirtió en alguien más seria e introvertida y ya no le busqué, pensé que sería de otra. Jamás, pase el tiempo que pase, olvidaré a mi amor, y mis ojos de cuando en cuando, sobre todo cuando observo las estrellas, me hacen regresar a aquel verano en que el mundo se detuvo bajo nuestros pies.

M.C.

"No quiero más con él, me quedo con el polvazo de esa noche, y creo que él también"

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Me remonto al verano del 2008. Acababa de cumplir dieciocho años y nunca había sido una persona impulsiva. Ese verano aprendí a serlo un poco más. Una noche de agosto salí de bares con gente del pueblo, entre ellos Sergio, mi vecino, diez años mayor. Con él no tenía mucha relación, ya que no estaba mucho en el pueblo, pero de pequeños nos llevábamos muy bien. Volvimos a casa y yo subí a su coche, con dos chicos más.

Entonces me pasó el brazo por la espalda y caminamos agarrados, sin decir nada
Cuando llegamos, Sergio dejó a los otros en sus casas. Llegamos a nuestra calle y aparcó en el descampado que hay al final de la calle. Nos bajamos del coche y nos dispusimos a andar los cien metros que hay desde el descampado hacia nuestras casas, una al lado de la otra. Hablamos de temas superfluos para hablar de algo, pero el silencio inundó la escena. Entonces me pasó el brazo por la espalda y caminamos agarrados, sin decir nada. Llegamos delante de su casa y nos despedimos. Cuando me di la vuelta para irme pronunció mi nombre, me giré y me besó.

Cuando me pude dar cuenta estábamos dentro de su garaje, empapados de deseo, besándonos como si no hubiera mañana. En un momento dado me subió encima del capó del coche de su hermano, me miró y me agarró la cara con suavidad. “¿Eres virgen?”. Yo le contesté que no. “Pero si aún eres muy joven, muy pequeña”. “Tengo dieciocho años, Sergio”. “¿Ya?”. Con esa respuesta no pude más, le besé con todas mis fuerzas y le atraje hacia mí, pero me cogió en brazos y nos fuimos dentro del coche. Allí hicimos el amor como pudimos, no podíamos dejar de besarnos ni abrazarnos, nunca lo había hecho de una manera tan salvaje y tan apasionada.

Cuando terminamos, les pasamos un paño a las lunas del coche, totalmente empañadas, y nos despedimos entre besos. Decidimos que quedaría entre nosotros y así fue. Desde entonces, siempre que nos encontramos hay mucho feeling entre nosotros, pero él tiene novia, y yo algo por ahí. No quiero nada más con él, me quedo con el polvazo de esa noche, y creo que él también piensa así.

Margot.

"Entonces no sé si le dije que le quería o que yo era gay, pero se lo solté de golpe"

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Estaba en el balcón de los apartamentos viendo al sol esconderse. Siempre he creído que una puesta de sol puede ser lo más alegre o lo más triste. Ver el sol caer consciente de tus penas puede romperte en mil pedazos, mientras que si lo ves al lado de alguien a quien quieres es una experiencia perfecta. Mi caso era el primero. Tenía 18 años y era gay, aunque no lo había dicho a nadie ni salido con ningún chico. Celebrábamos el final del instituto. Sabía que el camino que hicimos juntos, desde primaria, terminaba allí. Después nos dividiríamos por universidades. Aceptaba la separación de mis amigos, aunque me apenase. Pero había algo que me superaba y tenía nombre: Pablo.

En sus ojos estaba escrita la comprensión, pero no lo mismo que yo sentía hacia él
La razón de mi agonía. Quien provocaba tempestades en mi interior cuando me dirigía una sonrisa, me hablaba, cuando respiraba... Él era de quien no me quería separar, aun sabiendo que no era gay y que cuanto más cerca lo tuviera más daño me haría saber que jamás compartiríamos nada. Era alto, moreno, de cuerpo fibroso sin exagerar. Su cara y sonrisa eran perfectas. Pero no sabía que yo era gay y que me gustaba. Poco a poco el piso se fue vaciando.

-"¿Diego?" Tuve que enjuagarme las lágrimas. "¿Qué?", respondí con la voz quebrada. "Los otros ya han salido, ¿te pasa algo?". "No". "Ah, voy bajando, ¿vale?". "¡Espera!".

Tras esta frase mi memoria es borrosa. No sé si le dije que le quería o que era gay. Pero lo solté de golpe. Me metí en el salón y me derrumbé en un sofá. Se acercó, me dio palmaditas en la espalda y murmuró algo que sonó como "Vaya". Surtió efecto porque me demostró que no me rechazaba a la luz de la verdad. Supongo que él vio un amigo sufriendo y le ayudó. Tenía un gran carisma.

-"Algo suponía", bromeó sentándose en el suelo y recostando la espalda en el sofá.

Reí nervioso y levanté la vista. Él no me miraba. Cuando se percató de que le observaba, me miró. En sus ojos estaba escrita la comprensión, pero no lo mismo que yo sentía hacia él. Lo comprendí. Y él a mí. La pena fue sustituida por la euforia. Y el medio y las apariencias por la libertad. Se levantó y me tendió una mano.

DIEGO.

"El morbo se percibía en el ambiente"

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Llegaba la última semana de mi verano como socorrista, ese año tenía ganas de que terminase pues empezaba una etapa mucho más especial, la de mi Erasmus en Florencia. Ese día había limpiado la piscina y me disponía a abrirla cuando apareció una chica rubia, debía rondar los treinta, lucía el pelo suelto y una gran sonrisa. Me dijo que no vivía allí, que estaba en casa de su hermana, y sin ocultar su sonrisa me pidió que dejase la puerta abierta al mediodía para que ella pudiese entrar a tomar el sol. No pude hacerlo, iba contra las normas…

Con un simple toque de legua consiguió blanquear todo el moreno que llevaba meses cultivando, su cuerpo se deslizaba palpitante sobre mi piel mojada
Al llegar por la tarde estaba esperándome en la puerta; con cara de enfado entró sin decir nada. Esa tarde me acerqué a hablar con ella, le sonreí y tras algunas bromas conseguí que me mostrase de nuevo su sonrisa. Durante toda esa semana la vi aparecer por la piscina con bastante asiduidad, lucía un moreno muy intenso que hacía destacar aún más su pelo rubio. Durante mis últimos días allí conseguimos intimar mucho, hasta el punto de quedarnos solos una vez pasada la hora de cierre.

Mi verano llegaba a su fin, comenzaba mi experiencia Erasmus y ella no quiso dejar escapar la oportunidad de ir a visitarme antes de que terminasen sus vacaciones. La quedada fue en Roma, al verla supe que todo iba a fluir, el morbo se percibía en el ambiente. Al llegar al hotel apenas hubo tiempo de quitarnos la ropa, necesitaba sentir su cuerpo, lamer aquellas curvas que habían llenado mi imaginación durante aquella última semana; sentir ese sabor dulce y ardiente que tanto llevaba esperando.

Era mayor que yo y la experiencia quedó patente en cada uno de sus actos. Con un simple toque de legua consiguió blanquear todo el moreno que llevaba meses cultivando, su cuerpo se deslizaba palpitante sobre mi piel mojada. Nuestra breve historia llegaba a su fin, Leona Lewis sonaba de fondo, las velas empezaban a consumirse mientras nuestras manos terminaban de acariciarse. Al despedirse no quiso mirar atrás, pues a la semana siguiente iba a dar el sí quiero a su actual marido.

ÁLVARO.

"En mi mente siempre estaba presente esta chica y su carita mezcla de ángel y demonio"

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Fiestas patronales de verano en uno de tantos pueblos de España. Hacía un tiempo que conocía a esta chica, nos veíamos junto a más amigos en vacaciones y algunos fines de semana más. Era dos años menor que yo y desde que la vi por primera vez su carita morena, ojos verdes y cuerpo delgadito me habían dado un motivo para ir más a menudo "a ver a la familia" al pueblo. Yo me había enrollado ya con alguna que otra de allí, pero en mi mente siempre estaba presente esta chica y su carita mezcla de ángel y demonio.

Nos sentamos en un sofá y comenzamos a besarnos como si lo fueran a prohibir
Supuestamente lo tenía fácil porque en un pueblo se conocen todos y sabía que antes o después se me presentaría la oportunidad. Ocurrió un día entre semana, de esos en los que a pesar de ser fiestas y haber música en la calle durante toda la noche el ambiente era más bien pobre. Estaba con ella y con su hermana mayor sentados en un banco hacia las 11 de la noche haciendo tiempo hasta que vinieran el resto de amigos e irnos a la barraca principal. Yo notaba algo raro pero pensé que quizá fueran sólo mis pensamientos que le daban vueltas una y otra vez a cómo actuar esa noche con ella... De repente su hermana, con ella delante, me dice directamente: "¿Sabes que le gustas a mi hermana?". No supe que responder. Mis más profundos deseos que había mantenido guardados habían cobrado sentido de repente. "¿ Vais a hacer algo o qué?". Eran tantas las ganas que tenía que llegara ese momento que sin mediar palabra me abalancé sobre ella y la besé.

Llegaron el resto de amigos justo en ese momento y hubo gracias a mi insistencia un cambio de planes: iríamos a beber a casa de uno ellos. Allí nos apartamos del resto, nos sentamos en un sofá y comenzamos a besarnos como si lo fueran a prohibir. No eran besos normales, la pasión que yo tenía fue superada por ella hacia mí. Como ninguno teníamos casa propia fuimos a por mi coche y en las afueras del pueblo dimos rienda suelta a nuestros deseos, nos hicimos cada uno dueño del cuerpo del otro. Ella ahora tiene novio (del pueblo) pero cada vez que nos vemos nuestras miradas recuerdan aquella noche de desenfreno al máximo.
JOSÉ CARLOS.

"Es hora de tirar los dados y ver qué pasa, hay tiempo para que surja algo"

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Hace ya un año que partí hacia el norte por motivos de trabajo, llevaba tiempo queriendo olvidar un poco ese pasado que conservaba en la memoria desde hacía algunos años y me venía bien alejarme un par de años. El caso es, que llegados a este punto y con la mente más despejada he frecuentado asiduamente un restaurante donde como y aunque al principio no me percaté de su presencia, finalmente posé mis ojos sobre ella, algo que creía olvidado y que pensé que no volvería a surgir se ha apoderado de mi interior y es un fulgor intenso que creí extinto.

Quizás sean sus gestos o su risa, o puede que el verla tan inaccesible me intrigue y quiera estar a su lado
Al principio apenas intuía siquiera que pasará por allí, pero últimamente nos saludamos y aunque sólo sea un “hola” o “adiós”, al que se añade quizás algún “que aproveche”. Con tan sólo estas simples palabras, me parece cálida su persona, incluso a veces creo que cruza alguna mirada fugaz conmigo (puede ser mi vista y mi ilusión que pretenden engañarme) mientras come con su gente. Quizás sean sus gestos o su risa, o puede que el verla tan inaccesible me intrigue y quiera estar a su lado. Pero el miedo a una repetición del pasado me achanta y temo también que me rechace al saber que volvería a partir (aunque gustoso la invitaría a que me acompañara).

Así han ido transcurriendo los días y ahora que voy siempre acabo buscándola por algún rincón por si aparece y cruza más miradas conmigo, pero ya no está, con ilusión pienso que está de vacaciones y no tardará en volver (bastante probable que así sea) Mientras tanto me intento armar de valor por conocer su situación para cuando vuelva y así, si es posible, decirle lo que siento. Pero quizás al ser tan tímido la única cosa que se me ocurre mientras transcurren las horas pensando en ella es dejar escritas estas letras y plasmarlas en la red de redes con la esperanza de que la publiquen y sus ojos pasen por este rincón de relatos y por consiguiente después que me asocie a esta historia. ¿Tendré suerte? Es hora de tirar los “dados” y ver qué pasa, aún hay tiempo para que surja algo.
ÁLVARO.

"Toda la calentura adolescente se desató entre nosotros, el mundo se paró allí"
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Mi historia de amor se desarrolló en 1980, unos tiempos muy diferentes a los que ahora vivimos. Yo tenia 15 años y era un adolescente no consciente aún de mi homosexualidad. En mi calle vivía un matrimonio de personas mayores, los cuales recibieron aquel verano la visita de uno de sus nietos: Juan, un chico de 16 años que vivía en Cataluña.

Aún recuerdo cómo nos amamos, con miedo, inexperiencia y torpeza, pero con amor y sinceridad
Siempre tuve fama en el barrio de ser un chico “formal”, sus abuelos me lo presentaron para que saliéramos juntos. Así empezó la amistad entre ambos. A todos los sitios íbamos juntos, desde el primer momento surgió un “algo” especial, una “más que amistad”. Pasaba el verano, pero ninguno de los dos poníamos nombre a lo que estaba sucediendo. Faltaban dos días para que Juan se marchase. Fuimos al pantano, a las horas de más calor a bañarnos, después nos tumbamos en las toallas y el silencio se hizo entre nosotros. Tendidos boca arriba, uno al lado del otro, Juan me dijo: “Debería ser así siempre, tú y yo solos, nadie me entiende como tú lo haces Juan Carlos…”.

Me rozó con la rodilla en el muslo, como quien hace algo prohibido, yo me giré y lo miré directamente a la cara, estuvimos así un momento y con los ojos nos dijimos todo. Tomé la iniciativa y lo besé suave, solo rozándole los labios, mientras le acariciaba la cara, él se incoporó y casi con violencia me agarró por la nuca y me dio un beso profundo, al que siguieron muchos más… Toda la calentura adolescente se desató entre nosotros, el mundo se paró en aquel momento, nuestras mentes olvidaron lo que estaba bien y lo que estaba mal, y allí desnudos bajo la alameda de árboles nos entregamos el uno al otro, hasta desfallecer y acabar, varias veces.

En estos días de absoluta libertad, la cual aplaudo, aún recuerdo sus ojos, el sabor del agua de pantano en sus labios, su risa, la forma en que nos amamos: con miedo, inexperiencia y torpeza, pero con amor y sinceridad. Doy gracias a la vida por iniciarme de una forma tan bonita y auténtica. Gracias Juan.

JUAN CARLOS.

"Y allí estaba mi amor prohibido susurrándome que soy lo mejor...".

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No deberíamos… ¡Hoy también he cambiado de opinión cincuenta veces! He pasado de la tristeza y añoranza a la ilusión de hablar con él. Hoy ha sido muy considerado conmigo y me ha enviado un mensaje que he releído 1.000 veces. Me ha hecho una ilusión enorme… Tres días después, sigo releyendo una y otra vez el mensaje, me ha hecho tanta ilusión que no puedo parar de leerlo… Tengo un montón de ganas de volverle a ver. Me ha dicho que iría a la playa a verme… espero que así sea y pasarlo bien… me hace tanta falta un beso suyo.

Todavía estoy en una nube, él también, y todo esto sería ideal si no fuese porque...
Cumplió su palabra y vino a verme.. Y no sólo eso: fue mágico, especial y único. Llegué a la playa a las 8 de la tarde, me llamó y charlamos tan bien como siempre. Me dijo que vendría un día, que tenía muchas ganas de verme y que me avisaría. A los diez minutos me envió un mensaje para decirme que si me gustaría que viniese y le dije que sí, que me encantaría. Y a la hora y media ya estaba aquí… estoy encantada. Me ha hecho muchísima ilusión. Aparcamos su coche, nos besamos y fuimos andando a mi bar favorito, a pie de playa, tomamos una copa, nos confesamos cosas, como que le gusta mucho estar conmigo, que nos echamos de menos… hablamos de nuestras vidas, todo esto besándonos… me derrito cada vez que me besa. Le dije que sus besos me apasionan, me dijo que estaba loco por verme, que lo necesitaba.

Más tarde dimos un paseo por la playa, descalzos… luna llena, mil estrellas… y de la mano. Llegamos a un sitio apartado, que yo, después de veranear más de 10 años en el mismo sitio desconocía; más besos… la temperatura iba subiendo a medida de mi tensión, me sentía nerviosa, emocionada y allí estaba mi amor prohibido cogiéndome de la mano, susurrándome que soy lo mejor, que me adora… Y allí mismo hicimos el amor, despacio, besándonos, acariciándonos… mágico. Todavía estoy en una nube, él también, y todo esto sería ideal si no fuese porque mañana vendrá mi marido y el se irá a su casa con su familia. Prometimos no enamorarnos, prometimos controlarlo todo. Pero eso es imposible… imposible.

CHARO.

"El vaivén encima del caballo no impidió que mis manos bajasen a explorar"
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Siempre supe que mi amiga Carla era una embustera, pero aquella tarde, cuando se quejaba del tamaño de su marido, no sé por qué, la creí. Y no sólo eso, sino que me puso en un estado... calentito. Al día siguiente salimos los dos matrimonios a montar a caballo, y el mío se lastimó. Como quiera que el caballo del marido de Carla era más consistente, se ofreció a llevarme, mientras mi marido y Carla se adelantaban en una carrera, alejándose en unos instantes.

El caballo del marido de Carla era más consistente

Al subir en la parte trasera del caballo, me dijo bien claro que me agarrase fuertemente a su cintura, pero el vaivén del mismo no impidió que mis manos bajasen a explorar. Él se dio cuenta de que no soltaba aquello, y no dijo nada, pero poco después me comentó que el caballo llevaba demasiado peso y teníamos que dejarlo descansar un poco.

Paramos en una pinada que había en el camino, y me di cuenta de su estado de excitación. Le puse al corriente de la conversación mantenida con Carla, e inmediatamente me demostró que no mintió en esta ocasión. Nunca olvidaré aquellos 40 minutos.

MARGA.

"Me besó cuando me tenía tumbada en la playa, tras acariciarme todo el cuerpo"
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Una noche más, me propuse a salir, mi ropita de fiesta y mis copas de más para abaratar el botelleo acompañada de todas mis paranoias diarias. Llegamos al primer bar, y como siempre nos situamos cerca de la barra. Cuando había pedido y ya tenía mi cubata en la mano, me di la vuelta para dejar la pajilla en la barra, cuando lo vi intentando pedir a la camarera. ¡Qué guapo!, pensé. De repente, giró su cabeza hacia mí. Me dí la vuelta corriendo, muerta de vergüenza. Al poquito tiempo, miré y lo pillé mirándome otra vez.

Seguimos cruzándonos miradas un ratito más, hasta que una de las veces, sonrió. Yo seguí a mi rollo, de vez en cuando, seguía mirándolo. Él también. De repente, sus amigos le hicieron una señal de que se iban. Salieron todos. Se fue. Pero antes de irse me miró y esta vez, le sonreí yo. Había perdido mi oportunidad, debí haberme acercado, pero soy bastante tímida. Mis amigas quisieron cambiar de bar y así fue. Al salir por la puerta de salida, ahí estaba él, fumándose un cigarro. Habían pasado más de cuarenta minutos desde que salió del bar.

Como si de un imán se tratase me acerqué a él
Mientras le daba la tarjeta de salida al portero, sus ojos verdes se clavaron en mí. No podía quitarle la mirada. Como si de un imán se tratase, me acerqué a él. Y me dijo: ¿Sabes por qué estoy aquí, no? No supe qué responder ni mis ojos podían dejar de mirarlo. Me vi sola, con él. ¿Vamos?, me preguntó. No dije nada, solo lo seguí. Me llevó a su coche, y de ahí a la playa. No dijo nada durante el camino. Alguna vez, me miró a la cara, a las piernas, a mi pecho, silencioso. Yo no paraba de mirarlo, como conducía, como iba vestido, como olía, hasta que miré en su entrepierna.

No necesitamos previos. Me besó cuando me tenía tumbada en la playa, tras acariciarme todo el cuerpo. Empezó por mi pelo, la cara, siguió con mis pechos, se entretuvo en la cintura, hasta que me subió la falda. No he sabido nada más de él hasta ahora. Sólo espero salir otro día y encontrármelo en la salida fumándose un cigarro.
ISABEL.

"Hicimos el amor con una fina capa de arena en algunas partes de nuestro cuerpo"

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Ese verano yo soplaba veintitrés velas y ella sutilmente superaba los dieciocho. A pesar de nuestra edad, compartíamos una buena amistad. Se trataba de la mejor amiga de mi hermana, y visitaba mi casa con regularidad, llegando incluso a dormir en la habitación contigua a la mía. Lo cierto es que no fuimos más que amigos porque yo no había querido. Me resultó muy difícil no sucumbir a sus despampanantes curvas adolescentes, y a su reluciente piel color canela. Cada vez que la veía recordaba sus repetidas insinuaciones, pero yo tenía novia y no quería estropear una relación, de más de tres años, por una aventura con una niña con la que no llegaría a mucho más. No estaba bien y por supuesto no era lo correcto. Ni a escondidas, ni dejándolo con mi novia para intentarlo con ella.

Acabamos los dos solos paseando por la fina arena de la playa
Pero ese verano, el de mis veintitrés, me fui con mis padres una semana a una casita que tienen en la costa de San Juan de los Terreros (Almería), y para mi sorpresa allí estaba ella, con mi hermana, pasando unos días. Para colmo mi novia no pudo venir por cuestiones de trabajo. No sé si fue el calor, la playa o las estrellas, pero sin buscarlo mucho acabamos los dos solos paseando por la fina arena de la playa y dialogando a la vez que avanzaba la inevitable noche.

Tumbados, observando la luna y demás astros, ninguno queríamos ver salir el sol. En ropa interior nos bañamos bajo la penumbra de la luz lunar. Y entre tanta escena de romanticismo, paso lo que tenía que pasar, lo que ya era inevitable. Nos besamos con el agua hasta el pecho, e hicimos el amor con una fina capa de arena en algunas partes de nuestro cuerpo. Y abrazados contemplamos el amanecer. Nos pasamos una semana juntos, y después volvimos a la ciudad, yo dispuesto a dejarlo todo por ella, ¿y ella? Ella no pensaba igual. Ella quería disfrutar de sus dieciocho y yo tan solo había sido un capricho para ella, cosa que siempre temí. Pero tenía que respetarla y respetándola sigo, que no olvidándola. Aún tres años después.

J. GONZÁLEZ.

"La rubia que me gustó y yo terminamos fundiéndonos en uno en la orilla de la playa"

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Había planeado un viaje a Italia, Alemania y Francia para terminar en España, pero al final sólo fui a este último. Llegué a conocer ese caluroso verano madrileño del que tanto hablaban y me hospedé en un hotel de cuatro estrellas muy chulo. Al día siguiente me fui a la playa Las Catedrales.

Ahí conocí a un grupo de chicas que trabajaba en una multinacional y me uní a ellas. Empezamos a beber por la tarde y de pronto ya eran las 4 de la mañana. Estábamos completamente desnudos los tres, besándonos unos a otros y tocándonos en un sudor intenso que nos quemaba la piel. Al final, la rubia que me gustó y yo terminamos fundiéndonos en uno en la orilla de la playa haciendo todas las posiciones inimaginables.

Era un mujerón insaciable que me dejó vacío y tumbado en la playa. Al darnos cuenta de que la amiga estaba bebida nos fuimos a su cuarto a continuar hasta la 3 de la tarde, para irnos a comer, descansar y esperar a que se hiciera de nuevo de noche para repetir la faena...

JORGE S.