ivel mundial.
Siete son los partidos para tocar el cielo y siete las claves para conseguirlo:
Desterrar el exceso de confianza. Lidiar con el papel de protagonista es una de las grandes gestas que debe llevar a cabo España, tras maravillar a medio mundo con su fútbol, así como ser esquivos a la superioridad preestablecida, algo que pasó factura ante Estados Unidos en las semifinales de la Copa Confederaciones 2009. Para ganar un Mundial hay que cuidar los detalles y un descuido puede ser fatal. De hecho, sólo nueve selecciones en la historia saben lo que disputar una final y, siete, alzarse con el título.
Buen ambiente en el grupo. Se vio en la Eurocopa, se prolongó en la Copa Confederaciones y ha quedado patente en la fase de clasificación. No hay ninguno de los internacionales que no apele al sentido del grupo y al compañerismo. La confianza de este grupo ganador se forjó en las buenas relaciones en una generación muy parecida en gustos y personalidades. La inercia ganadora de la selección procede, en parte, de esa continuidad y esa 'transición' calmada que ha sabido llevar a cabo Vicente del Bosque y que los internacionales han asumido a la perfección.
Las lesiones y los ‘tocados’. Crucial será contemplar el estado de forma de Andrés Iniesta, que sufrió un duro tramo final de temporada por las lesiones y que ha acabado la fase de preparación con un nuevo problema muscular (el tercero del año). Además, Torres (Liverpool) y Fábregas (Arsenal) superaron óptimamente dos lesiones que les impidieron finalizar la campaña 2009/2010 con sus respectivos equipos. Ahora sólo cabe esperar que la mala suerte no se cebe de nuevo con España y que, de ocurrir, no se vea afectada nuevamente la espina dorsal del equipo.
Suerte en los cruces. Un Mundial es mucho más que fútbol y España, pese a tener un grupo asequible, puede sufrir en los emparejamientos de octavos y cuartos de final ante rivales consagrados y peligrosos, como es el caso de Brasil, Portugal, Costa de Marfil o Italia. La maldición de cuartos parece quedar olvidada tras el éxito en la Eurocopa, pero lo cierto es que España todavía no ha sido capaz de demostrar su potencial en una cita mundialista y que, en esta ocasión, puede verse perjudicada por el duro camino hasta la final. También es cierto que, para ser campeón, hay que ganar todos. Quizá, mejor sea empezar cuanto antes...
El fútbol de toque. Es el ADN de España. Este equipo lo es todo gracias a un filosofía interiorizada por todos y cada uno de los jugadores, incluidos los defensas. Ante Polonia, la roja volvió a rescatar esa plasticidad tan característica. Un juego fundamentado en uno o dos toques, de acompañamientos y paredes, que tiene por objetivo facilitar las decisiones del compañero. Ajenos al tópico del músculo y la potencia en el eje central, Xavi, Xabi Alonso, Iniesta o Cesc, han demostrado que su estilo funciona y gusta, y por ello están considerados como cuatro de los diez mejores centrocampistas del mundo. La regularidad y la fluidez en el juego serán cruciales.
El binomio goleador Villa-Torres. Seguramente más Villa que Torres, en lo que refiere al gol, pero lo cierto es que el asturiano no puede cargar solo con la responsabilidad de hacer los tantos de la selección. Uno da lo que el otro no tiene y eso les hace necesarios. Villa suele dar frecuencia, rotación anotadora, mientras Torres ya demostró que es capaz de hacer el tanto decisivo (final de la Eurocopa). Y eso es algo que toda selección sabe.
El banquillo. La rotación será crucial en el equipo, después de una temporada larga.Habrá que tener en cuenta a jugadores como Silva, Pedro, Navas, Mata o Llorente, así como la contundencia de Busquets en el centro del campo. Las tarjetas, las lesiones o la posibilidad de que algún equipo pueda frenar el vendaval futbolístico de España, obliga a Del Bosque a tener preparado un plan B con alternativas. Jugadores tiene para ello, así que España debe ser imprevisible.
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